El gris y el sepia (a propósito de un collage de Nico Riofrio)
A la voz “sepia” difícilmente pueda uno relacionarla al pez que nombra. Sepia, la palabra sepia, al ser escuchada, las imágenes a las que remite no son las del molusco cuya existencia desconocíamos, y ni siquiera remite al color en abstracto que tomó su nombre del pez y de su tinta. Me pasa que escucho y leo sepia y su sola pronunciación forzosamente cadenciosa, su sola lectura de rara inserción en un texto cualquiera, me traslada al pasado, a tiempos pretéritos registrados en imágenes en las que la acción del tiempo o de los óxidos argentos usados en la génesis del arte de la fotografía, dejaron la huella indeleble de ese inconfundible tono ocre que denota que la imagen no es de ahora ni de hace poco. Si verde es esperanza y blanco es pulcritud, sepia es nostalgia.
Nostalgia en viaje en reversa, sin escala cromática ni cronológica que me lleva del gris actual a la saudade de una infancia perdida y teñida en sepia.
Y ese gris actual, esa ausencia de color vivaz, es metáfora perfecta de mi ser anodino y sin matices. A tono, este gris, con el cenizo que va cubriendo pelo, guedejas y mechones; rima ese gris con el atavío que me cubre y, por suerte o por lo fatal del destino, con ese abrazo que me abriga y con quien comparto grises y cenizas, y tras esos “no colores”, también, en quien me abraza y a quien abrazo, aparece el sepia de infancias mejores. 
Gris y ceniza que mañana serán sepia dentro nuestro y a las que, como ahora, veremos borrosas por su cromatismo escaso y por la humedad que el sepia y la nostalgia (que son lo mismo) hacen brotar de nuestros ojos.


Texto: Guillermo Arias
Arte: @nicoriofrio
Técnica: Collage analógico - Retoque digital.

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